La Tiranía de los Significantes Vacíos

Por qué las marcas más famosas son las más huecas

En un mundo sobresaturado de estímulos visuales, las marcas compiten ferozmente por nuestra atención limitada. Pero si observamos con detenimiento a las marcas más exitosas del panorama actual, notaremos algo paradójico: cuanto más famosas y valiosas se vuelven, más vacías parecen estar de significado concreto. Este fenómeno no es accidental sino una evolución calculada del capitalismo contemporáneo que ha transformado productos en signos, materialidad en imagen, y significados en significantes flotantes.

Del producto al signo: la gran transición

Hubo un tiempo en que las marcas servían principalmente como garantía de calidad. El logo de Ford en un automóvil o de Levi's en unos jeans funcionaba como un sello que certificaba que el producto cumplía con ciertos estándares. La marca era secundaria respecto al producto material que representaba. Como dice Antonio Caro, funcionaba bajo el modelo de la "publicidad referencial", donde el signo publicitario hacía referencia a una realidad antecedente: el producto físico.

Pero algo cambió radicalmente en las últimas décadas del siglo XX. Las empresas comenzaron a comprender que podían generar mucho más valor produciendo signos que produciendo cosas. Nike descubrió que era más rentable invertir en construir el significado de su swoosh que en mejorar la calidad material de sus zapatillas. Apple entendió que el valor de la manzana mordida superaba con creces el valor de los componentes físicos de sus dispositivos.

Esta transición marca el paso de lo que Baudrillard llamaría "valor de uso" al "valor de signo", o lo que podríamos denominar, siguiendo a Antonio Caro, el salto del "capitalismo de producción" al "capitalismo de consumo". En este nuevo paradigma, el signo/mercancía reemplaza a la mercancía tradicional como forma elemental del sistema económico.

Piénsalo así: ¿Qué es realmente Coca-Cola? ¿El líquido carbonatado y azucarado, o el signo visual de la onda roja con letras blancas? Si mañana cambiaran completamente la fórmula pero mantuvieran el sabor, el logo y la comunicación, ¿seguiría siendo "Coca-Cola"? La respuesta intuitiva que muchos darían revela cómo el significante ha devorado al referente.

Es como si toda la economía global estuviera ahora protagonizando una versión corporativa de "El traje nuevo del emperador". Todos pretendemos que hay algo sustancial detrás de los signos, mientras las marcas desfilan desnudas pero envueltas en significantes espectaculares.

La maquinaria de los significantes vacíos

Pero, ¿cómo funciona exactamente este mecanismo de vaciado semántico? ¿Cómo consiguen las marcas más poderosas convertirse en significantes flotantes, desligados de cualquier significado concreto?

El proceso de desmaterialización

El primer paso es la desmaterialización del producto, proceso por el cual la materialidad concreta se vuelve secundaria frente a la construcción semiótica. Este fenómeno es particularmente visible en el sector de la moda de lujo.

Tomemos Louis Vuitton como ejemplo. Un bolso LV puede costar 2.000, 5.000 o incluso 10.000 dólares, pero su coste de producción material rara vez supera los 200-300 dólares. ¿Qué estás comprando realmente? No es el cuero, ni las costuras, ni el diseño funcional (aspectos que otras marcas pueden igualar por una fracción del precio). Estás adquiriendo el derecho a portar públicamente el monograma LV, un significante cuyo valor ha sido construido a través de un complejo operativo semiolingüístico.

"el valor de todo término está determinado por lo que lo rodea; ni siquiera de la palabra que significa 'sol' se puede fijar inmediatamente el valor si no se considera lo que la rodea."

-Ferdinand de Saussure

Las marcas de lujo entienden intuitivamente este principio: el valor del monograma LV no reside en sí mismo sino en su relación diferencial con otros signos. No significa nada concreto, pero significa "no ser Guess", "no ser Zara", "no ser falsificado".

La construcción de la significancia sin significado

El segundo paso es la producción de lo que Antonio Caro denomina "significancia" - un espacio autónomo de significación que no refiere a nada exterior al propio proceso de su producción. A diferencia del significado convencional que conecta un signo con un referente externo, la significancia publicitaria contemporánea es autoreferencial.

Nike no vende rendimiento deportivo (aunque lo sugiera); vende "Nike-idad". Apple no vende tecnología (aunque la fabrique); vende "Apple-idad". Estos constructos semióticos no significan nada concreto y precisamente por eso pueden significarlo todo. Son como Cantinflas, hablando con pasión y atrayendo tu atención durante horas sin decir absolutamente nada sustancial.

Es el equivalente corporativo de un político diciendo "Lucharemos por un futuro mejor" - una afirmación tan vacía que resulta imposible estar en desacuerdo con ella. Del mismo modo, ¿quién podría oponerse al "Impossible is Nothing" de Adidas o al "Think Different" de Apple? Son significantes perfectamente vacíos, diseñados para que cada consumidor los rellene con sus propias aspiraciones.

La iconización como estrategia de vaciado

Un tercer mecanismo es la progresiva iconización de los signos verbales. Si observas la evolución de muchas marcas famosas, notarás una tendencia a la simplificación visual: del nombre completo al logo, del logo al símbolo, del símbolo al icono minimalista.

McDonald's ya no necesita escribir su nombre - los arcos dorados son suficientes. Nike frecuentemente prescinde de su nombre y utiliza solo el swoosh. Apple a menudo utiliza solo la manzana sin texto. Esta reducción progresiva elimina cualquier anclaje verbal que podría limitar la flotación del significante.

El lingüista Louis Hjelmslev distinguía entre "forma del contenido" y "sustancia del contenido". Las marcas contemporáneas son maestras en mantener la forma mientras vacían la sustancia, creando estructuras significantes perfectamente reconocibles pero desprovistas de contenido específico.

Es como si Starbucks te vendiera un vaso perfectamente diseñado, con su logo impecable y su característica tapa verde, pero completamente vacío por dentro. Te dirían con entusiasmo: "¡Disfruta tu experiencia Starbucks!", mientras sostienes aire con forma de café.

Casos emblemáticos de significantes vacíos

Para ilustrar, analicemos algunos casos paradigmáticos de marcas que han llevado esta estrategia a su máxima expresión.

Coca-Cola: el gran vacío burbujeante

Coca-Cola representa quizás el ejemplo perfecto de significante vacío. ¿Qué significa realmente Coca-Cola? Sus campañas han transitado desde "La chispa de la vida" hasta "Destapa la felicidad", pasando por "Siempre Coca-Cola" y decenas de eslóganes más. La marca ha sido asociada con la familia, los amigos, la juventud, la tradición, la renovación, Santa Claus, los osos polares, y prácticamente cualquier concepto positivo imaginable.

Esta marca global ha conseguido algo extraordinario: convertirse en un significante tan flotante que puede aterrizar en cualquier territorio semántico sin perder coherencia. Puede ser simultáneamente tradicional y moderna, familiar e individual, local y global, festiva y cotidiana. Es el comodín del branding, capaz de significar cualquier cosa en cualquier momento.

Como señala Umberto Eco en su "Tratado de semiótica general", los signos más poderosos son aquellos capaces de albergar múltiples interpretaciones sin desintegrarse. Coca-Cola ha llevado este principio a su límite, convirtiéndose en un significante tan vacío que puede llenarse con cualquier significado temporal sin perder su identidad.

Es como ese amigo carismático pero superficial que se adapta a cualquier grupo y parece tener química con todos, pero del que realmente no conoces nada sustancial después de años de "amistad".

Apple: el vacío elegante

Si existe un caso de estudio perfecto sobre cómo convertir el vacío semántico en valor económico, ese es Apple. La empresa de Cupertino ha conseguido construir un imperio sobre la base de significantes flotantes como "innovación", "diseño", "simplicidad" y "diferencia" - conceptos tan amplios y maleables que pueden aplicarse a prácticamente cualquier producto.

Lo fascinante de Apple es que su vacuidad está disfrazada de profundidad. Sus tiendas minimalistas, con espacios amplios y pocos productos, crean la ilusión de sustancia a través de la ausencia. Sus productos, despojados de botones y puertos superfluos, sugieren una esencialidad que es más estética que funcional.

Como diría Jean Baudrillard, Apple no vende objetos; sino simulacros, representaciones que no refieren a ninguna realidad subyacente sino que constituyen su propia hiperrealidad.

Cuando compras un iPhone, lo que adquieres realmente es la participación en un sistema de signos cuidadosamente orquestado. El objeto físico es secundario frente al significante "iPhone" y lo que este comunica sobre ti. Es como pagar 1.000 dólares por un sticker que dice "Soy el tipo de persona que compra iPhones", solo que el sticker viene con cámara y conexión a internet.

Starbucks: el significante que desplazó al café

Starbucks representa otro caso fascinante de cómo un significante puede desplazar al producto material que supuestamente representa. La cadena comenzó vendiendo café como producto central, pero gradualmente ha ido desplazando el café real por la "experiencia Starbucks" - un constructo semiótico que incluye el ambiente, el lenguaje ("venti" en lugar de "grande"), el ritual de personalización, y por supuesto, el logo de la sirena.

El propio Howard Schultz, ex CEO de Starbucks, admitió que la cadena no vende café; sino el concepto del "tercer lugar" (después del hogar y el trabajo). Este desplazamiento del producto material al significante experiencial explica por qué millones de personas están dispuestas a pagar 5 euros por un café que materialmente no es superior al de muchos competidores más económicos.

Lo que Starbucks ha logrado es colonizar un espacio semiótico completo: el de la pausa, el ritual y la autopercepción de sofisticación accesible. Su logo se ha convertido en un accesorio de estatus tan potente que muchos consumidores pasean sus vasos vacíos por la calle mucho después de haber terminado su bebida, como portadores ambulantes del significante.

Es el equivalente adulto de esos niños que conservan cajas de juguetes vacías porque les gusta la imagen del exterior. "Miren, tengo la caja de un Starbucks", parecen anunciar mientras sostienen recipientes de cartón decorados.

El mecanismo semiótico del vaciado significativo

Para entender completamente la naturaleza de estos significantes vacíos, debemos profundizar en los mecanismos semióticos que operan en su construcción.

De la semiótica simbólica a la semiosis icónica

Según Charles Sanders Peirce, existen tres tipos fundamentales de signos: símbolos (basados en convenciones arbitrarias), íconos (basados en similitud) e índices (basados en conexión causal). Lo interesante de las marcas contemporáneas es que han migrado progresivamente de lo simbólico a lo icónico.

En la publicidad referencial tradicional, la marca funcionaba principalmente como símbolo: un signo arbitrario que, por convención, representaba un producto concreto. Pero en la publicidad de la significación, predomina lo icónico: signos que no representan algo externo sino que se presentan a sí mismos como realidades autónomas.

"A través de la semiosis icónica, el objetivo no consiste en poner de relieve la materialidad del objeto en virtud de su representación icónica, sino de postular dicha materialidad valiéndose de la eficacia manipuladora que corresponde a un género de semiosis que aparenta ser la reproducción de una 'realidad' antecedente."

-Antonio Caro

Dicho en español: las marcas ya no te dicen "este símbolo representa un buen producto"; sino "esta imagen es la realidad misma, no hay nada detrás". Nike no simboliza rendimiento deportivo; Nike es el rendimiento deportivo iconizado.

Es como si el mapa hubiera devorado el territorio, para usar la famosa metáfora de Borges que tanto gustaba a Baudrillard. Las marcas ya no son mapas que representan productos; son territorios autosuficientes de significación.

La autorreferencialidad como bucle infinito

Otra característica fundamental de estos significantes vacíos es su autorreferencialidad. A diferencia de los signos tradicionales, que apuntan hacia referentes externos, las marcas contemporáneas se refieren principalmente a sí mismas.

Observa cualquier campaña reciente de Coca-Cola. No te habla de las cualidades del refresco, ni siquiera de las sensaciones que produce beberlo. Te habla de "momentos Coca-Cola", de la "magia Coca-Cola", de la "felicidad Coca-Cola". La marca se define circularmente, en un bucle autorreferencial perfecto.

Este fenómeno ha sido denominado por algunos semiólogos como "circularidad autorreferencial", y constituye quizás el mecanismo más sofisticado de vaciado semántico. Funciona como esos amigos que, cuando les preguntas qué hay de interesante en ir a Coachella?, responden: "Es genial porque es una experiencia única, y es una experiencia única porque es genial". Tautologías perfectas que simulan profundidad.

La insignificancia publicitaria

Antonio Caro denomina este fenómeno "insignificancia publicitaria". Con este término no pretende sugerir que la publicidad carezca de importancia, sino que opera con significantes vaciados estratégicamente de significado:

"Las significancias semiósicas que construye la publicidad de la significación son en realidad insignificancias: expresiones un millón de veces repetidas del mismo proceso de sustitución del producto por la marca y escenificación un millón de veces reiniciada del frío planteamiento económico que preside todo el montaje."

Estas insignificancias publicitarias son en realidad extremadamente potentes precisamente porque están vacías. Como receptores, nos vemos impelidos a llenarlas de significado, a proyectar nuestros deseos y aspiraciones en estos contenedores semióticos estratégicamente vacíos.

Es como mirar nubes: vemos formas porque nuestro cerebro necesita imponer patrones sobre lo indefinido. Las marcas más exitosas son como nubes perfectamente diseñadas para que proyectemos en ellas exactamente lo que queremos ver.

Por qué el vacío triunfa sobre la sustancia

Llegados a este punto, surge una pregunta inevitable: ¿por qué este modelo de significantes vacíos ha triunfado tan completamente sobre modelos más sustanciales? ¿Qué ventajas estratégicas ofrece el vacío semántico?

Adaptabilidad extrema

La primera ventaja es una adaptabilidad sin precedentes. Un significante vacío puede reposicionarse instantáneamente sin contradicción interna. Puede colonizar cualquier territorio semántico emergente sin parecer incoherente.

Nike puede abrazar causas progresistas en un anuncio de Colin Kaepernick y simultáneamente mantener prácticas laborales cuestionables en sus fábricas. Coca-Cola puede promover la diversidad en sus campañas mientras vende azúcar concentrado a poblaciones con altas tasas de diabetes. Apple puede posicionarse como ecológica mientras diseña productos con obsolescencia programada.

Estos significantes funcionan como políticos perfectos: capaces de prometer cualquier cosa a cualquier audiencia sin comprometerse realmente con nada sustancial.

Inmunidad a la crítica racional

La segunda ventaja es la inmunidad a la crítica racional. ¿Cómo argumentas racionalmente contra un significante que no afirma nada concreto? Es como intentar clavar gelatina en la pared.

Cuando una marca opera principalmente a través de asociaciones emocionales e imágenes sugestivas en lugar de afirmaciones verificables, se vuelve impermeable a la refutación lógica. No puedes desmentir el "Just Do It" de Nike o el "Think Different" de Apple porque técnicamente no están afirmando nada verificable.

Es la estrategia perfecta en la era de la posverdad: evitar completamente el ámbito de los hechos verificables para operar exclusivamente en el territorio de las emociones y aspiraciones.

Universalidad aparente

La tercera ventaja es la apariencia de universalidad. Un significante vacío puede parecer relevante para audiencias radicalmente diferentes sin modificar su esencia.

Coca-Cola puede ser simultáneamente la bebida de la tradición familiar navideña en Norteamérica y el símbolo de la modernidad occidental en mercados emergentes. Apple puede representar la contracultura creativa para algunos usuarios y el estatus corporativo de élite para otros.

Como señala Umberto Eco, los textos más "abiertos" son aquellos que permiten múltiples interpretaciones sin desintegrarse. Las marcas contemporáneas han llevado este principio a su extremo, convirtiéndose en contenedores semióticos que cada consumidor puede llenar con sus propias proyecciones.

Es como esos horóscopos genéricos escritos tan vagamente que cualquier persona puede identificarse con ellos. "Hoy enfrentarás desafíos pero también oportunidades" funciona para cualquiera, igual que "Just Do It" o "Think Different".

El precio cultural del vacío semántico

Esta hegemonía de los significantes vacíos no está exenta de consecuencias culturales profundas. Más allá de su eficacia comercial, este modelo genera efectos colaterales que merecen una reflexión crítica.

La desmaterialización del valor

El primer efecto es la progresiva desmaterialización del valor, fenómeno por el cual la valoración de los objetos se desconecta cada vez más de sus cualidades materiales para vincularse exclusivamente a sus dimensiones semióticas.

"Consecuencias globales: la desmaterialización del producto y la imaginarización de las relaciones sociales. [...] La sociedad queda privada de la facultad de reconocerse en la materialidad de lo producido."

-Antonio Caro

Este fenómeno tiene implicaciones ecológicas evidentes: en un sistema donde el valor proviene primordialmente del signo y no de la materia, la calidad material, la durabilidad y la funcionalidad se vuelven secundarias frente a la potencia semiótica.

Es la razón por la que millones de personas desechan productos perfectamente funcionales para adquirir nuevas versiones que son semánticamente "superiores" aunque materialmente casi idénticas. El iPhone 15 no es materialmente muy distinto del iPhone 14, pero semánticamente representa estar "actualizado".

La imaginarización de las relaciones sociales

Un segundo efecto, íntimamente relacionado con el anterior, es lo que Antonio Caro denomina "imaginarización de las relaciones sociales". En un entorno dominado por significantes vacíos, las relaciones sociales tienden a estructurarse cada vez más en torno a imágenes compartidas y cada vez menos en torno a experiencias materiales compartidas.

Las identidades individuales y grupales se construyen progresivamente a través de la adhesión a determinados significantes de marca y el rechazo de otros. "Soy una persona Apple; no PC" se convierte en una declaración de identidad más potente que muchas autodescripciones basadas en atributos personales concretos.

Es como si hubiéramos regresado a un sistema de castas, pero en lugar de nacer en ellas, nos adscribimos voluntariamente mediante nuestros patrones de consumo simbólico. El nuevo Brahman no es el sacerdote sino el portador del último iPhone y las zapatillas de edición limitada correctas.

La crisis de significación

Finalmente, esta proliferación de significantes vacíos contribuye a una crisis de significación más amplia. Cuando los signos más visibles y ubicuos de nuestra cultura carecen de contenido sustancial, se produce una erosión general de la capacidad de significar.

Esta crisis se manifiesta en fenómenos como el cinismo generalizado, la fatiga semiótica (incapacidad para procesar más signos) y lo que algunos teóricos han denominado "implosión social": la disolución de las relaciones sociales sustanciales en favor de simulacros de conexión mediados por significantes vacíos.

"Ya no estamos en el drama de la alienación, sino en el éxtasis de la comunicación. Y este éxtasis sí es obsceno [...] ya no es la obscenidad de lo oculto, reprimido, oscuro, sino la de lo visible, de lo demasiado visible, de lo más visible que lo visible, la obscenidad de lo que ya no tiene secreto."

-Jean Baudrillard

Es decir, hemos pasado de la tragedia de la alienación (donde al menos existía la posibilidad de un significado auténtico del que estábamos alienados) a la farsa de la hiperconexión a través de significantes que no significan nada sustancial.

¿Hay escapatoria a la tiranía de los significantes vacíos?

Frente a este panorama, cabe preguntarse si existe alguna posibilidad de resistencia o alternativa a este modelo hegemónico.

El auge de las "marcas con propósito"

Una aparente contratendencia es el auge de las llamadas "marcas con propósito", que parecen rechazar la vacuidad semántica en favor de posicionamientos sustanciales vinculados a causas concretas.

Marcas como Patagonia, con su compromiso medioambiental, o Ben & Jerry's, con sus posicionamientos políticos explícitos, parecen ofrecer un modelo alternativo donde el significante está lleno de contenido específico.

Sin embargo, un análisis más profundo revela que incluso estas marcas operan dentro de la lógica del capital-signo. Su "propósito" funciona como diferenciador semiótico en un mercado saturado, y su autenticidad percibida se convierte en valor de cambio. Como diría Slavoj Žižek, el capitalismo contemporáneo ha aprendido a vender su propia crítica como mercancía.

Es como esos adolescentes que se rebelan contra sus padres vistiendo exactamente como les dice el marketing de "rebeldía adolescente" que deben vestir. La rebeldía auténtica sería mucho menos fotogénica e instagrameable.

La microsignificación como resistencia

Una estrategia más prometedora podría ser lo que podríamos denominar "microsignificación": la creación de espacios semióticos locales con significados densos y específicos, resistentes a la cooptación por los grandes significantes vacíos.

Comunidades pequeñas que desarrollan sus propios códigos, marcas locales profundamente arraigadas en contextos específicos, proyectos que priorizan la densidad semántica sobre la expansión semiótica... Tales iniciativas podrían constituir bolsas de resistencia frente a la hegemonía de los significantes vacíos.

Sería como preferir una conversación profunda en una cena íntima frente al intercambio de banalidades en una gran fiesta corporativa. Menos alcance, pero más sustancia.

La alfabetización semiótica crítica

Finalmente, quizás la estrategia más importante sea el desarrollo de una alfabetización semiótica crítica generalizada: la capacidad colectiva para identificar y desenmascarar los mecanismos a través de los cuales operan estos significantes vacíos.

Entender cómo funcionan estos mecanismos no nos inmuniza completamente contra ellos (como bien saben los publicistas, que pueden ser perfectamente conscientes de estas estrategias y seguir siendo vulnerables a ellas como consumidores), pero al menos nos permite una relación más consciente con el ecosistema semiótico que habitamos.

Es como aprender los principios básicos de la magia: seguirás disfrutando de los trucos, pero al menos sabrás que son trucos y no magia real. Y ocasionalmente, podrás decidir no aplaudir.

Vivimos inmersos en un océano de significantes vacíos, contenedores semióticos estratégicamente vaciados para maximizar su capacidad de absorción proyectiva y minimizar su vulnerabilidad a la crítica racional.

Este modelo ha demostrado una eficacia comercial sin precedentes, permitiendo a marcas como Apple, Nike, Coca-Cola o Starbucks construir imperios sobre la base de constructos semióticos desconectados de cualquier realidad material específica.

Sin embargo, esta hegemonía de los significantes vacíos tiene costes culturales profundos: contribuye a la desmaterialización del valor, a la imaginarización de las relaciones sociales y a una crisis de significación más amplia.

Frente a este panorama, necesitamos desarrollar tanto estrategias de resistencia semiótica (creación de espacios de microsignificación densa) como herramientas de navegación crítica (alfabetización semiótica) que nos permitan habitar este ecosistema de manera más consciente.

Porque, parafraseando a Fredric Jameson, parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin de los significantes vacíos. Pero quizás, armados con las herramientas semióticas adecuadas, podamos al menos construir espacios donde los signos vuelvan a significar algo sustancial.

O como diría un ejecutivo de marketing de Nike si leyera este artículo: "Interesting. Let's put that on a t-shirt."